dimanche 19 octobre 2014

El hijo cubano de Hemingway


René Villarreal, hombre de confianza de Ernest Hemingway, ha muerto...
GLADYS RODRÍGUEZ FERRERO






René Villarreal, el hombre que por 20 años trabajó como mayordomo de Ernest Hemingway. 



René  Villarreal, quien durante tantos años sirviera como hombre de confianza, más que como mayordomo, a Ernest Hemingway, ha muerto. Falleció el pasado domingo 5 de octubre, en New Jersey, Estados Unidos.
El sábado había estado soñando con la Finca y en sus sueños recordaba aquella etapa feliz en la que sus hijos, aún pequeños, correteaban y jugaban en el escarpado terreno de la Vigía.
René emigró  hace muchos años. Miss Mary, Mary Welsh Hemingway, la viuda del escritor, corrió con todos los trámites porque ella quería mantener a René cerca de ella. Primero viajó a España, donde permaneció un buen tiempo. Y, a pesar de que Miss Mary le enviaba una cantidad de dinero para que hiciera frente a la vida en la península ibérica, René trabajaba para solventar los gastos y la manutención de su familia. Él era un hombre de trabajo, no estaba acostumbrado a que el dinero cayera, como el maná, del cielo.
Posteriormente viajó a Estados Unidos y se radicó en New Jersey. Mantuvo sus contactos con Miss Mary y, una vez enrumbada su vida, no permitió que esta continuara enviando una pensión.
He mantenido contactos con su familia, que reside en San Francisco de Paula, desde 1980. Conocí a sus hermanos Luis y Oscar. También a Nilda, la única hermana que tuvo. A sus sobrinos. Pero para mí, en aquella lejana década de los 80, él continuaba siendo un personaje del cual me hablaba la familia y conocía a través de viejas fotos de archivo. Un domingo a inicios de 1985, me encontraba trabajando en la oficina del Museo Ernest Hemingway. Descubro a través de las ventanas de cristal a dos de los hermanos de René. Junto a ellos había otro hombre, muy parecido a Luis, pero su tez se mostraba mucho más clara que la de este.
De inmediato abrí la puerta y fui a saludarlos. Y la sorpresa me invadió. Oscar, amablemente, dijo, al desconocido, aunque familiar por su aspecto: “Ella es la directora del Museo. Desde que llegó aquí todo ha cambiado. A ella sí le interesa conservar la Finca y la casa de Papa”. Confieso me sentí turbada ante esas palabras, aunque no niego haberme sentido halagada.
Y continuó Oscar: “Gladys, este es René, el hermano nuestro del que tanto te hemos hablado y que tú tienes tenías tanto interés en conocer”. Realmente, la sorpresa me electrizó. Estaba parada frente al hombre que, desde niño, había compartido aquel espacio de Finca Vigía con el escritor.
Intercambiamos unas palabras de rigor. Lo invité a tomar café y a recorrer la casa. Juro que no me encomendé ni a dios ni al diablo. Sabía que no rompía con ningún código deontológico. Tal vez fue una decisión osada para la época. Pero fue un impulso irrefrenable. Ese hombre era digno de todo mi respeto tanto desde el punto de vista profesional como personal.
Conocía de las dificultades afrontadas por otros colegas que trabajaban ya en el museo  la primera vez que René lo visitó, luego de su salida hacia España, en la primera visita que realizara a nuestro país. El director, en aquel entonces, les informó que no podían recibirlo y mucho menos permitir su entrada al interior de la casa. Sin embargo, aquellos colegas lucharon hasta conseguir la autorización necesaria y pudieron conversar con él y hacer un recorrido por la casa principal.
La casa y sus construcciones aledañas habían sido objeto de una restauración general entre los años 1982-1984. Había reabierto al público el 21 de julio de 1984. Cuando penetramos en ella yo llevaba en la mano una libreta de notas y un bolígrafo. Se  lo presenté a las veladoras. Muchas lo conocían porque la mayoría de ellas había nacido y crecido en San Francisco de Paula.
Recuerdo haber introducido nuestra visita expresándole que yo no iba a impartirle una visita dirigida. Estaba allí como su alumna y para que él enmendara cuanto error encontrara en la colocación de las piezas museables. En ese instante él dictaba su clase magistral y yo escuchaba atentamente y hacía anotaciones. Y aquel hombre fue capaz de mostrarme la dislocación de algunos objetos, explicarme el porqué de algunos de ellos, cuáles eran más queridos por Papa y hasta cómo habían llegado algunos de ellos a Finca Vigía.
Fueron, aproximadamente, cuatro largas horas, habitación por habitación, mueble por mueble. Pero René no reveló agotamiento ni molestia alguna. Por el contrario, se mostró amable. Tal vez le resultara absurdo que una persona que nada había tenido que ver en la vida de Hemingway, le hiciera tantas preguntas.
Y, tal vez no comprendiera a cabalidad, que él que tantas veces había recorrido la casa junto a Papa o Miss Mary estuviera ahora junto a una persona que, llena del mayor entusiasmo profesional, quería que todo permaneciera en el interior de la vivienda del mismo modo en que Hemingway lo dejara al abandonarla el 25 de julio de 1960.
Cuando leí sus Memorias… me percaté que se sintió raro. Tal vez yo no logré trasladarle todo cuanto buscaba en aquel primer encuentro. Porque él era para mí la memoria viva de la Finca. Tal vez Vigía misma.
Pero ese malestar no laceró nuestra recién nacida relación. Relación que fue convirtiéndose en una fuerte amistad y surgieron lazos de cariño.  Relación que supimos mantener a lo largo de todos los años transcurridos. Sentí el placer de que René declarara al igual que sus hermanos, públicamente y en cualquier parte donde se encontrara, que yo formaba parte de su familia.
Varias veces visitó Finca Vigía. Siempre que venía a Cuba, por supuesto, se hospedaba en la casa de su hermana en San Francisco de Paula. Así podía departir con los vecinos, estar al lado de sus hermanos y sobrinos. Y ver la Finca, llenar los ojos y el alma con su paisaje.
Viajé a España en junio de 2006. Cumplía una invitación hecha por The Hemingway Society. Celebrarían la Reunión Internacional en Ronda. Allí se haría pública mi condición de Miembro Honorario de dicha Sociedad. Llegar a Madrid y perder la conexión con Málaga, gracias a  un retraso del vuelo de Cubana de Aviación y a la desatención de la línea aérea de sus pasajeros cubanos, posibilitó  que me quedara en el aeropuerto de Barajas, de madrugada, y sin boleto válido para continuar viaje.
Un colega español, Vicente González Vicente, militante de Izquierda Unida, me llevó a su casa y compró el boleto para que continuara mi viaje a las 7 de la mañana.
Al llegar a Ronda me encontré con muchos colegas de diversos países. Allí también estaba René Villarreal y sus hijos. Estos habían viajado junto al padre para participar en ese evento. René se quejó porque me esperaban desde el día antes y se habían preocupado mucho por mi retraso. Lógicamente, le expliqué mis vicisitudes y, pasado ya el gran trago amargo, todos reímos muchísimo.
Al día siguiente, ya en Ronda, René se me acercó y  me entregó una cantidad de dinero. Me dijo: “Vaya al Banco, cámbielo en euros, y remítale al amigo que la ayudó el dinero del boleto”. Protesté, recuerdo, argumentando que ese dinero era suyo, para sus gastos. Me respondió muy serio: “Claro, que es mío. Por eso te lo estoy dando. Cómo crees posible que una persona de mi familia tenga semejante problema y yo no la ayude”.
De René guardo muchos recuerdos. Sus narraciones acerca del equipo infantil de beisbol Las Estrellas de Gigi. Las aclaraciones acerca de su familia, de la humildad de esta, reiterando siempre que sí, que fueron niños muy pobres pero que “jamás anduvieron descalzos por las calles de San Francisco”.
Oscar Villarreal, otro de los hermanos de René, fallecido en diciembre del pasado año, contaba que ellos, de niños “no dormían en finca Vigía pero tenían que estudiar, hacer los mandados de la Finca, dar la comida a los gatos, buscar la correspondencia en el correo”.
Luis, el hermano gemelo de René, narraba que ellos jugaban con una pelota de tape con una piedra dentro y el bate era un simple palo. Añadía que nunca habían tenido Reyes Magos  y el que “Papa nos facilitara sus primeros uniformes de pelotero fue una realidad casi mágica, los guantes de lona, los ´spais´…”.
René explicaba que, además de a la pelota, Papa les enseñó a boxear. “Eso sí entre niños de la misma edad. Jamás permitió peleas entre hermanos o niños mayores con menores porque era un hombre justo”.
El lunes 6 de octubre, Raúl Villarreal, uno de sus hijos, me comunicó que René había fallecido. Y añadía: “Se fue tranquilo y en el sueño. Yo lo vi el sábado y le di saludos de tu parte y el sonrió y me dijo que te diera sus mejores saludos igual. Me dijo que había soñado con la Finca cuando nosotros éramos niños y jugábamos en los alrededores”. Y sí, Finca Vigía estuvo en presente en todos los instantes de su vida, porque siempre la recordaba y soñaba con ella.
Los servicios funerarios tuvieron lugar el pasado viernes. Nuevamente, su  hijo Raúl  me mantiene informada de los acontecimientos y, confiesa: “Gladys, te diré… que se fue con mucha paz y se veía muy bien. Lo vestimos con una guayabera blanca de mangas largas y pantalones finos, como le gustaba a él y como trabajó con Papa Hemingway”.
No solo Finca Vigía. Papa, Ernest Hemingway, el dios de bronce de la literatura norteamericanaestuvo junto a él.  René mantuvo siempre presente los recuerdos de su vida y formación como hombre de trabajo al lado del Premio Nobel de Literatura de 1954. Cuba, San Francisco de Paula, siempre fueron para él punto de referencia, identidad y patrimonio.

  • Biografía de Ernest Hemingway: (Illinois, 21 de julio de 1899- Idaho, 2 de julio de 1961) Escritor estadounidense cuya obra ha ejercido una notable influencia tanto por la sobriedad de su estilo como por los elementos trágicos y el retrato de una época que representa. Premio Nobel de Literatura en 1954. Vivió en Cuba por un periodo de veinte años.
  • Museo Ernest Hemingway: Conocida como Finca Vigía, fue el lugar de residencia en Cuba de Hemingway desde el año 1940. Está ubicada en el poblado de San Francisco de Paula, a quince kilómetros del centro de La Habana. Se convirtió en museo el 21 de julio de 1962.


http://www.cubarte.cult.cu/periodico/resenas/el-hijo-cubano-de-hemingway/15283.html
http://www.cubahora.cu/cultura/el-hijo-cubano-de-hemingway



René Villareal en su adolescencia. 



Oscar Villareal, hermano de René, junto al actor Brian Gordon Sinclair y los niños que conforman el actual equipo infantil de béisbol Las Estrellas de Gigi.


Oscar Villareal, hermano de René, junto al actor norteamericano que ha interpretado a Hemingway, Brian Gordon Sinclair, en el XIII Coloquio Intrenacional Ernest Hemingway in memorian





Su hermano gemelo Luis ( a la derecha ) su unica hermana Nilda (de pie al centro de la foto), Réne y la autora de este articulo, la Sra. Gladys Rodriguez Ferrero. en el año 2003














Aucun commentaire:

Enregistrer un commentaire