mardi 23 juin 2015

"Reine de la Havane" Nouvelle création.







"Reine de la Havane" 


Peinture de Francisco Rivero.
21 x 29,7 cm. Nouvelle création.






"El ala del sueño" Nouvelle création.






"El ala del sueño"

Peinture de Francisco Rivero.
21 x 29,7 cm. Nouvelle création.





"Un insubmersible Tropique" Nouvelle création.







"Un insubmersible Tropique"
Peinture de Francisco Rivero Plástico-Peintre.
21 x 29,7 cm. Nouvelle création.





"Carl Nielsen im Memoria" Nouvelle création.







"Carl Nielsen im Memoria"
Peinture de Francisco Rivero.
21 x 29,7 cm. Nouvelle création.




Montmartre-Paris "54 Girasoles en la rue Lepic". Nouvelle création.





Montmartre-Paris
"54 Girasoles en la rue Lepic".

Peinture de Francisco Rivero 
21 x 29,7 cm. Nouvelle création.





"La luz de la luna navega en Paz.hacia ti " Nouvelle création







La luz de la luna navega en Paz.hacia ti "
Peinture de Francisco Rivero.
21 x 29,7 cm. Nouvelle création






"VEGUEROS" Nouvelle création








"VEGUEROS"
Peinture de Francisco Rivero.
21 x 29,7 cm. Nouvelle création






"LOS HIJOS ESPIRITUALES DE LA LUNA" Nouvelle création







"LOS HIJOS ESPIRITUALES DE LA LUNA"
Decicado a los niños albinos de Africa
Peinture de Francisco Rivero.
21 x 29,7 cm. Nouvelle création






jeudi 4 juin 2015

África en América













Tal como se reconoce en muchos textos clásicos sobre el tema, las sociedades caribeñas fijaron sus pilares en una economía de plantación, así como en una dependencia económica solo explicables por el hecho de haberse asentado sobre un insaciable sistema de esclavitud al que el Caribe debe, sin duda alguna, su personalidad. Aquel sistema trajo como mercancías intercambiables, como cosas, a miles y miles de africanos, extraídos con suma crueldad y violencia de sus tribus y asentamientos, para ser colocados a gusto del amo en América, habiendo sido saqueados a lo largo de toda la costa occidental preferiblemente al sur del Sahara.  ¿África negra? ¿África blanca? 
Un estropeado concepto de raza, bien equívoco, nos traería la imagen reducida de los pigmeos, antropófagos insaciables, para desvirtuar, bajo su cerco manipulador, la esencia de una historiaincuestionablemente compartida.
En mi infancia, así se hablaba, así se nombraba, así se banalizaba a un continente que iba a desempeñar un papel protagónico en nuestra historia desde finales del siglo XV hasta principios del XXI. Un estropeado concepto de raza, bien equívoco, nos traería la imagen reducida de los pigmeos, antropófagos insaciables, para desvirtuar, bajo su cerco manipulador, la esencia de una historia incuestionablemente compartida. En la segunda mitad del siglo pasado, aprendimos a clasificar África a partir de un eje: el desierto del Sahara. Y aunque hoy los términos centro y periferia hayan sustituido los que atañen a la relación colonia-metrópoli, desdibujándola, lo cierto es que tan indudable, tan innegable, tan grande es la función y el carácter de la nación que su uso, en cualquier dirección, es ineludible a la hora de arrojar claridad sobre su historia en el marco de los estudios culturales de nuestra época. 
¿Por qué los denominados afrodescendientes no han de poseer la nación que han forjado desde nuestras primeras lanzas, en mano de Simón Bolívar o José de San Martín, contra todo aquel que pretenda aniquilarnos? La nación desempeña un papel irreversible en Nuestra América, definición que marca un concepto avanzado, abierto y plural, inclinado hacia el estímulo de los sentimientos a favor de la independencia siempre concebida por su Apóstol José Martí como factor imprescindible de la nación. No podemos aceptar su cuestionamiento a partir de que hayamos reconocido como legítimos integrantes de la nación a nuestros orígenes africanos. Solo las burguesías y su pensamiento hegemónico, imperial casi siempre, desactivaron, erradicaron y excluyeron a los afrodescendientes del seno de cada nación latinoamericana y caribeña. ¿Por qué los negros, los mulatos colombianos aglomerados en el Chocó deben carecer del derecho a la nación sobre todo cuando es una decisión ajena a su voluntad?  Las clases dominantes estipularon la siguiente regla: “Los afrodescendientes no tienen derecho a la tierra ni a los símbolos patrios. No los queremos en nuestras escuelas, en nuestras instituciones pero sí en el duro cultivo de la tierra, en las labores peor remuneradas y bajo un implacable sol tropical”.  ¿Quién tiene la potestad de determinar en un país en donde se nace quién pertenece a él? 
Lo que quiero traer a estas páginas es la conciencia probada de que las primeras nociones del Caribe, como conjunto, como civilización, estaban y están indisolublemente relacionadas con Afroamérica. Y alguna vez, hasta me atreví a afirmar que el Caribe es su propio corazón. [1]

Nota:
  1. A propósito de la conmemoración de una fecha como 1992 en la que se produjeron numerosos análisis sobre el Nuevo Mundo, sobre la circunstancia del primer milenio, escribí para un coloquio en Casa de las Américas el breve ensayo “Afroamérica, ¿la invisible?”, en Nancy MorejónPoética de los altares,  La Habana, ed. Letras Cubanas, col. Mínima, 2004.













ENTREVISTA CON YOLANDA WOOD “África tiene un carácter matriz para toda la cultura del Caribe”.








E

n su quinta edición, el Coloquio sobre la Diversidad Cultural del Caribe que organiza Casa de las Américas encausó su concepción teórica, por primera vez, en la presencia indisoluble de lo africano en la región.
La cultura del llamado “Continente negro” fue —y es— un componente definitivo en la identidad caribeña, influencia que fue desmontada en sus diferentes aristas por Yolanda Wood, directora del Centro de Estudios del Caribe. La profesora e investigadora calificó de esencial la necesidad perenne de estudiar esta porción del continente americano tan rica y diversa en sus orígenes.
¿Por qué se dedica el Coloquio al tema de África?
El evento ha ido evolucionando en su propia concepción y estructura de tal manera que, en encuentros pasados, no tuvimos un eje temático o quedaba más diluido; sin embargo, en esta ocasión, se focalizó el tema mucho más y tuvo un gran atractivo.
La edición anterior estuvo centrada en el carnaval, y tuvo muy buena acogida al concebir el carnaval como ese espacio de congregación festiva y popular típico de toda la región.
Yo diría que África atraviesa todos los grandes temas de la región, que tiene estudiosos tanto dentro como fuera del área, como también existe una amplia producción discográfica, bibliográfica, filmográfica al respecto. Entonces, se ha producido una excelente confluencia que revela el carácter matriz que tiene África para toda la cultura del Caribe y sobre todo para la cultura popular, la que, de alguna manera, inspira muy fuertemente la participación de investigadores, creadores y artistas en nuestro coloquio.
La región está tan permeada de complejidades que se requiere un pensamiento muy amplio y multidisciplinario como estructura de base para pensar el Caribe y poderlo abarcar desde la naturaleza, sin la cual sería difícil de imaginar.
Otro de los aspectos en los que se revela con mucha fuerza el gran valor del tema es a nivel del pensamiento: el quehacer de nuestros grandes pensadores caribeños —no únicamente del universo de las Ciencias Sociales— emana fuertemente de la oralidad, la música o la poesía. Es interesante ver cómo grandes bases teóricas y filosóficas para gestar el Caribe se han generado desde esas manifestaciones, y hay ejemplos imprescindibles como Nicolás Guillén oÉdouard Glissant, entre muchos otros que han asumido el reto de colocar al Caribe en pensamiento y lenguaje.
La región está tan permeada de complejidades que se requiere un pensamiento muy amplio y multidisciplinario como estructura de base para pensar el Caribe y poderlo abarcar desde la naturaleza, sin la cual sería difícil de imaginar.
Más allá de la perspectiva social, histórica, hay una imbricación muy fuerte con el universo natural que viene desde la propia base constitutiva de nuestras culturas en su fundamento agrícola, unido a la personalidad que le aportó a esa mirada la naturaleza del componente ancestral africano que vino con los esclavos, quienes tuvieron que remitificar sus creencias porque llegaron sin los atributos de sus culturas y religiones. Entonces, tuvieron que reencontrar a África en nuestras tierras.
Ese reencuentro es uno de los aportes monumentales a la revitalización y reinserción de lo africano fuera de su continente: tuvieron los africanos que redescubrir en lo natural donde estaban los valores de esos atributos perdidos, e insisto en resaltar el medio natural porque otros espacios les eran vedados a los esclavos, de ahí que la naturaleza se convirtiera en un centro de convivencia y supervivencia cultural fundamental.
Es todo ese entramado el que permite comprender la verdadera esencia del nuevo humanismo que se forma entonces en la región, un nuevo humanismo que implicaba grandes complejidades porque fueron sociedades coloniales cuya base constitutiva fue la exclusión, la discriminación y que racializó las relaciones sociales. El Caribe se convirtió en un espacio de servidumbre impuesta que generó una gran capacidad de resistencia; pero no de una manera pasiva, sino que pasó por diferentes formas y tuvo una base cultural muy fuerte y biológica; una Resistencia en la que la palabra libertad ha sido clave a través de todas las trayectorias históricas y es la que sustenta las bases de ese nuevo humanismo.
Todos esos factores contribuyeron a la manera en que África, entendida como construcción simbólica y expresión de todos esos valores que compartimos, pasa a formar parte de una identidad muy fuerte, por haber sido el Caribe un lugar al que fueron traídos millones de esclavos y que hoy forman parte esencial de las constituciones demográficas de nuestras naciones.
El Caribe se convirtió en un espacio de servidumbre impuesta que generó una gran capacidad de resistencia; pero no de una manera pasiva, sino que pasó por diferentes formas y tuvo una base cultural muy fuerte y biológica; una Resistencia en la que la palabra libertad ha sido clave a través de todas las trayectorias históricas y es la que sustenta las bases de ese nuevo humanismo.
¿Cómo se inserta el tema africano en las líneas de trabajo del Centro de Investigaciones del Caribe?
No hay manera de estudiar el Caribe sinÁfrica, porque es consustancial para la comprensión de la cultura regional, y en el caso del Coloquio el tema fue atravesando cada actividad; por ejemplo, la relación de los pueblos originarios con los traídos de Áfricay la fusión que hubo entre ambos, cuánta herencia nos queda en los conceptos de territorio, familia, desde la perspectiva social que si bien nos llegan mezclados están ahí, subyacentes, vivos.
Entonces, el Centro no puede ignorar esta perspectiva y cualquier tema que se investigue tendrá esa arista, estará presente.
¿Cómo se escogieron los temas para el coloquio?
El evento se estructura a partir de una convocatoria, los investigadores presentan sus ponencias y se hace una selección, se programan las presentaciones. Simultáneamente se realiza el Seminario Especial, propio ya de cada edición, que en esta ocasión estuvo dedicado a Bob Marley, visto no solo como un artista de ascendencia africana, sino como alguien que en su propia música y la letra de sus canciones evocó siempre el sentimiento de libertad y resistencia, la defensa de los valores africanos y el compromiso con los pueblos de África por su independencia.
En ese sentido, el evento tuvo entre sus propósitos no solo entender el África ancestral y mítica que habita en nuestra manera de pensar y nuestra cosmogonía, sino en unÁfrica que se transforma, que se nos hace contemporánea y vive activa y que también necesita una reflexión en términos contemporáneos. De ahí que el interés sea por Áfricacomo pasado, presente y futuro, para entender cada vez más esas conexiones que nos unen en una historia común con ese continente y comprender mejor el compromiso de nuestros pueblos.
En el Caribe se reunió el mundo, y todos esos fragmentos de diferentes lugares se fueron consolidando para construir esa visión de lo nuestro, de lo caribeño, constituido por orígenes diversos. La respetabilidad de esos orígenes nos da la posibilidad de comprender quiénes somos dentro de la realidad actual, en su dimensión global y compleja.
Fuimos una de las primeras regiones globalizadas del mundo —acota—, pues ya desde el siglo XVI comenzó intensamente ese proceso y las combinaciones se produjeron de manera diferente, no fifty-fifty; por lo tanto, requieren de un proceso muy importante de reflexión en el que cada componente se separe solo metodológicamente, porque hay una mixtura en la que resalta África al interior de otros elementos que se han ido combinando a través del tiempo y de la historia.
¿Qué elementos le faltan a las investigaciones sobre el Caribe?
Es válido destacar la apertura tan grande que ha habido en los últimos años en los estudios caribeños, tanto dentro como fuera de la región, con la mirada de un Caribe extendido desde una geografía cultural que abarca no solamente las islas, sino incluye las zonas continentales, las diásporas, que son parte también de la historia de la región, y que son objeto de estudio en varios lugares actualmente.
Otra cuestión importantísima para comprender el Caribe actual y contribuir a que esa historia se difunda es la dimensión interdisciplinaria, porque ayudar a que las cosas existan es enseñarlas, y en la memoria colectiva puede haber vacíos que se deben llenar.
Hablo de la interdisciplinariedad no por el mero uso del término, sino porque si algo define por esencia la cultura caribeña es la cultura popular. Fue en esa zona difícil de describir donde se produjeron las múltiples intersecciones que dan lugar a lo que somos hoy. Esa concepción popular no define sus fronteras en las áreas del conocimiento, no diferencia saber de conocimiento, o de la relación con la naturaleza, elementos que se imbrican de una manera espontánea. Así se puede ver a un cuentero popular que domina la oralidad, que está permeado de un conjunto de saberes, que da una gestualidad rítmica en sus movimientos para expresarse, porque para él no existen esas fronteras entre las artes o disciplinas artísticas que en lo popular se expresan de otra manera y debemos ser consecuentes con eso.
Entender esos universos concomitantes en los que hay préstamos, señales que se pasan de una zona del conocimiento a la otra, poner esos elementos en perspectiva, en cosmovisión es sumamente enriquecedor. Lo que nos ha hecho pueblos es esa cultura popular, porque tuvimos cultura nacional antes de ser naciones. Lo que hoy se define como cultura nacional en nuestros países precedió las banderas, las repúblicas y esas culturas se deben respetar pues han sido las forjadoras de las nacionalidades de la región, incluso cuando las banderas eran de otros.
¿Cómo ve esa relación África-Caribe en el futuro?
Es fundamental, pero casi siempre para poder orientarnos hacia el futuro necesitamos mirar al pasado y colocarnos con serenidad e inteligencia en el presente.
El pasado es importante, reivindica nuestros pensamientos. Estamos en medio de una trayectoria en la que África ha sido un aporte esencial y sabemos que aún tiene mucho que dar al mundo y, a su vez, hay un compromiso también de futuro con esa zona de la humanidad.







“Kamahaití”, un ejemplo de simbiosis cultural.






Acausa de la emancipación de esclavos en Haití a finales del siglo XVIII y el triunfo de esa revolución el 1º de enero de 1804, muchos esclavistas huyeron del país con parte de su dotación de esclavos y se asentaron en Cuba, fundamentalmente en la parte oriental.
Sin embargo, las grandes oleadas de inmigración antillana en Cuba se efectúan en las tres primeras décadas del siglo XX [2], siendo considerable la entrada de haitianos en relación con la de jamaiquinos en calidad de braceros, empleados como fuerza de trabajo por la Suggar Company y la United Fruit Company en el sector azucarero y cafetalero, respectivamente, de la zona oriental del país [3]. Surgen así las llamadas “haitianadas”, como se les denominó despectivamente, a las oleadas que partían desde la costa sur de Haití hacia la costa sudoriental de la isla. Este tráfico de braceros entreHaití y Cuba estuvo controlado por contratistas haitianos que eran utilizados por las compañías norteamericanas, quienes veían en estos hombres y mujeres mano de obra barata y disponible a sus intereses.
Hacia la Isla se producen dos tipos de migraciones haitianas, una legal y otra ilegal. La primera como resultado del tratado concertado entre los monopolios y el gobierno deHaití de turno. Por el contrario, la segunda surge de manera clandestina dirigida por los mismos contratistas, se llevó a cabo de manera paralela a la legal y llegó a superarla considerablemente.
Teniendo en cuenta la historia personal del sujeto que emigra, las diferentes motivaciones para hacerlo, así como los referentes de su realidad social que les lleva a asumir la toma de decisión de emigrar, el haitiano, apremiado por sus condiciones de vida y tentado por las ofertas recibidas por el contratista, llega a Cuba por razones económicas principalmente [4]. Conforma desde su subjetividad una realidad que no conoce directamente y en la cual espera alcanzar una mejor situación; sin abandonar la idea del retorno una vez acumulado el dinero suficiente para vivir con su familia en Haití.
Estas oleadas migratorias que se incrementaron con el transcurso de los años, como evidencia el decenio de 1921- 1930 en el cual de 153 351 inmigrantes antillanos, 114 495 fueron haitianos, dieron lugar al asentamiento poblacional de comunidades haitianas principalmente en áreas que comprenden las actuales provincias Camagüey, Las Tunas,HolguínGranmaSantiago de Cuba y Guantánamo.
En el período  de 1912 a 1925 llegaron a la provincia de Camagüey, por el puerto de Nuevitas, más de 50 mil haitianos —otros llegaron por vía férrea una vez que fueron desembarcados por los puertos de Nipe, en Holguín y Santiago de Cuba— y fueron destinados a poblar aquellos lugares que estaban carentes de fuerza de trabajo, especialmente los bateyes donde habían ingenios azucareros; de ahí provienen los números asentamientos haitiano-cubanos del territorio. Tanto los que lo hicieron por Nuevitas, como los de Nipe y Santiago de Cuba, fueron distribuidos por ferrocarril en las casillas del trasiego de caña. Además, fueron alojados como bultos: hombres y mujeres hacinados en promiscuidad, el cásico método empleado con los esclavos africanos.
Las dificultades con que tropieza el haitiano una vez llegado a nuestro país, les impone dos problemas hasta el momento no pensado: uno la barrera idiomática y el otro, la adaptación sociocultural en el país receptor. En este sentido, este inmigrante se somete ante un nuevo sistema social y tradiciones culturales hasta cierto punto diferentes a las de su pueblo de origen, considerando de vital importancia la protección y conservación de su identidad cultural.
Las dificultades con que tropieza el haitiano una vez llegado a nuestro país, les impone dos problemas hasta el momento no pensado: uno la barrera idiomática y el otro, la adaptación sociocultural en el país receptor. 
Otra de las adversidades —una de las más crueles— con las que choca este inmigrante es con la repatriación. La ley del cincuenta por ciento del año 1937 propició que muchos haitianos fueran reembarcados; una vez que los explotaron y les exprimieron su espíritu de sacrifico y trabajo, los despojaron de los poquísimos bienes que pudieron adquirir y los repatriaron forzosamente hacia su lugar de origen. En este proceso no solo deportaron a las personas ancianas, mujeres con niños y a los desempleados, también a los que tenían empleo y recursos propios para subsistir. No se tuvo en cuenta el aporte que este sector de población brindó al desarrollo de la economía de la nación. El procedimiento de repatriación utilizado fue el mismo en que fueron traídos, como trata de esclavo.
El haitiano, despojado hasta cierto punto de su verdadera identidad como sujeto, al agruparse en las comunidades se auxilia de un elemento unificador como lo es la lengua, excelente vehículo de comunicación que proporciona autenticidad al individuo y al grupo, pero a la vez lo diferencia [5], enraizando sólidamente los rasgos que unen a la comunidad. De tal manera, la historia, su lengua materna empleada con familiares y amigos, el estilo de vida, las tradiciones, las costumbres, la forma de comunicación, el comportamiento, las relaciones sociales y la religión entre otros, fueron elementos que los grupos de haitianos utilizaron en términos identitarios. Esto les permitió sostener una identidad entre sus miembros y, a su vez, constituir elementos de alteridad al proporcionar la diferenciación como medio de reafirmación o autodefinición de sí mismos.
Las comunidades haitianas en algunas zonas han transitado paulatinamente por dos momentos que se diferencian y se complementan a la vez. El primero, la estructura ideológica de estos asentamientos sustentados en la autopercepción del inmigrante como emigrado económico principalmente, contribuyó a desarrollar en un primer momento una autoconciencia etno-cultural común respecto al resto de los antillanos.
Un segundo momento puede estar marcado por el inicio de un proceso de asimilación-transculturación, el cual se caracteriza por el normal intercambio sociocultural entre la comunidad de haitianos y la población cubana de las zonas rurales principalmente, surgiendo así las llamadas comunidades haitiano-cubanas como se les conoce en la actualidad. En tal sentido, aparecen nuevos rasgos etno-culturales entre sus descendientes tales como una “nueva pertenencia territorial, cambio en la actividad económica, bilingüismo con tendencia al mayor empleo del español”, movimiento territorial hacia zonas urbanas [6], entre otros aspectos.
Este proceso de asimilación-transculturación que en sus inicios fue de carácter espontáneo continuó después de 1959. El proyecto humanista y de base social de laRevolución Cubana adoptó estrategias de integración que beneficiaron a los sectores y clases más desposeídos, tales como programas de educación y salud, medidas para la preparación laboral, una nueva política comunitaria, entre otros. Esto conllevó a un reconocimiento de las comunidades haitiano-cubanas como parte de nuestra historia y cultura. El haitiano ya no es visto como un objeto económico, sino como un sujeto partícipe de nuestra sociedad cubana. Es por ello que no ha de extrañar que su adaptación al contexto social cubano, más que una ruptura, haya constituido un reforzamiento a su espiritualidad ancestral.
Sin embargo, la conservación de sus rasgos identitarios son enarbolados en defensa de la otredad. En este sentido, se puede decir que las comunidades haitianas radicadas enCamagüey, y el resto de Cuba, al inicio constituían entidades cerradas. Aunque es meritorio destacar que en los finales del pasado siglo y en este inicio del nuevo milenio, se aprecia cierta tendencia a la flexibilización y la apertura.
El análisis de esta valoración requiere dos niveles de reflexión. Desde el punto de vista socio-psicológico hay que tener en cuenta que este emigrado haitiano llega a Cuba en calidad de asalariado sufre una experiencia traumatizante ante la situación real que le tocó vivir en los campos del oriente cubano. Su desorientación, sus dificultades comunicativas producto de la diferencia idiomática y el rechazo a sus modelos socioculturales lo condujo a un retraimiento social que compensó al refugiarse en su grupo comunitario, a través del cual no sólo re-creó, sino también sobrestimó y sobredimensionó sus rasgos identitarios.
Sincretización de las prácticas religiosas
El vodú, es una creencia que está presente con mucha fuerza en la vida del haitiano, trasciende los marcos puramente religiosos y se impregna en su espiritualidad y cultura en general. Es por ello, que entre los rasgos culturales seleccionados de manera consciente o no por los grupos de haitianos llegados a Cuba para identificarse entre ellos y diferenciarse a su vez  del resto de los grupos antillanos presentes en el nuevo medio a convivir, está la religión como un factor  importante. Téngase en cuenta que el vodú no sólo constituyó un movimiento religioso dentro de la cultura haitiana, sino también, fue un movimiento político, ideológico y emancipador  presente en las luchas independentistas de Haití.
Para el haitiano radicado en Cuba su religión es el tamiz a través del cual se canaliza la vida. Significa fuerza, protección, salud, enfermedad, alegría, tristeza. Es el elemento central de su concepción del mundo. Para cada comunidad haitiano-cubana, por los elementos anteriormente mencionados y como desafío ante los nuevos retos que le imponía la vida en este nuevo contexto de confrontación cultural, se hizo necesario la conservación y transmisión de esta concepción preservada en los marcos de su seno familiar. Para ello utilizaron entre sus argumentaciones, una que caracteriza su filosofía de vida: “el vodú no se compra”.
Vodú es un término genérico con que se conoce la creencia en los espíritus y loas, -sacro  númenes, orichas o santos-. Esta fórmula religiosa haitiana ha sido creada por la síncresis de varias ceremonias africanas, principalmente de los pueblos arará y fon del Dahomey, de los Congos y de los de Angola, conjuntamente con un catolicismo  introducido por el conquistador europeo.
Utiliza como medio comunicativo el kréyol. Lengua nacida de la simbiosis fonolingüística producida entre el francés y las lenguas y dialectos africanos, principalmente el fon y que hoy constituyen el idioma nacional haitiano y el segundo idioma extranjero, incorporado como lengua materna, más hablado en Cuba [7].
Durante el trabajo de campo realizado, se constató en algunas comunidades haitiano-cubanas —entre ellas Caidije, Santa Cruz del sur, Vertientes, Minas, Esmeralda, los  Repartos Cándido González y Bellavista, todas en la provincia Camagüey— que  la práctica del vodú haitiano, entre los pocos nativos encontrados y sus descendientes, se ha ido nutriendo de rasgos diferenciables según la particularidad de la zona  donde se establecieron estas comunidades; así como las características de estos nuevos grupos portadores. No obstante, se destacan también algunas características generales de esta práctica voduísta en el país.
Para los haitianos entrevistados así como sus descendientes practicantes del vodú, este término designa lo “sagrado”, “es un poder espiritual”, “una fuerza inmaterial”, “es un espíritu, un Dios, es  todo lo religioso”, como refiere un descendiente oficiante voduísta de la comunidad de Vertientes al rememorizar el legado de su padre un gran houngande esta zona.
La fuerza del vodú para los practicantes es una fuerza que se manifiesta en diferentes dominios de la naturaleza y el cuerpo del individuo. El culto vodú es un sistema simbólico profundamente religioso en el cual el individuo a través de su interacción continua y constante con los loas puede orientarse y realizar su destino.
Las divinidades de la práctica voduísta, tanto en Camagüey como en Cuba son indiferentemente designadas bajo diferentes términos como: loas, santos, espíritus, seres invisibles. Entre los más conocidos se encuentran Legbá, Loco-Atissou, Damballah Wedo y Ayida Wedo, Marassa, Sobo, Ogún Guerrero, Ogún Batalá, Ogún del Río, Gramboá, Criminel, Ibó, Barón Samedi o Guedé, Simbí, Yodón, Ercilí ó Erzulú, esta última conforma el loa blanche, el cual lo integran una pareja de santos, deidades o divinidades.
Cada uno de estos loas, así como sus ceremonias, suelen tener un significado simbólico y diferentes modos de inferencia en la interpretación que de estos realice el creyente. No obstante, algunas representaciones simbólicas referidas por los entrevistados pudieron ser unificadas y equivalentes en el análisis. Tal es el caso de los colores que designan a determinada divinidad bien sea en la vestimenta que debe llevar el loa o en el color de las aves a ofrendar. Por ejemplo,  Ercilí viste de blanco y se le ofrece una pareja de palomas blancas; Criminel viste de rojo y es símbolo de violencia, bebedor, fumador y gusta del derramamiento de sangre;  Ogún Batalá, esposo de Ercilí, viste de blanco y se le ofrece un pollo blanco;  Ayida  Wedo, esposa de Damballah Wedo, es símbolo del arcoíris y su vestimenta se representa con estos colores, entre otros.
Los practicantes del vodú dentro de las comunidades de haitianos y sus descendientes realizan diferentes ceremonias, muchas de las cuales corresponden con momentos importantes de su ciclo vital como el nacimiento y la muerte, así como otras al estilo  de ofrendas y agradecimientos a los loas o santos por alguna petición realizada. En tal sentido, podemos mencionar las ceremonias de iniciación de las hounsis, las dedicadas a los loas como la ceremonia mangé loa (comida al santo), las del servicio al loa blanche, dedicada sólo a los miembros de esta familia de santos, las ceremonias a los muertos y antepasados y las ceremonias adivinatorias en la cual se incluyen las consultas individuales que alcanzan notable reconocimiento entre la población creyente a consultarse, aun cuando no sean practicantes del vodú ni descendientes de haitianos.
Las observaciones realizadas en las diferentes comunidades objeto de estudio,  permite inferir que las ceremonias realizadas por los practicantes voduísta cubanos corresponden principalmente a los dioses Radá; aun cuando en el estudio de José Millet y Alexis Alarcón (1988) se afirma que en la región de Santiago de Cuba se mezclan en una misma ceremonia loas de los distintos agrupamientos del culto Vodú: Radá y Petró.
El houngan y la mambo conforman la principal jerarquía religiosa. El primero conocido como sacerdote vodú es respetado dentro de la comunidad religiosa y aun fuera de esta. Es el portador del conocimiento y secretos de la práctica voduísta; conoce el comportamiento en la mitología de los loas y puede penetrar en su lenguaje simbólico para que estos ofrezcan sus favores al individuo. La mambo por su parte, es la sacerdotisa vodú que colabora con el houngan, preside la ceremonia e invoca a los dioses o loas.
En la conformación del templo vodú o el hounfour, como también se le conoce, se encuentran, además, las hounsis —miembros femeninos que tienen diversos niveles de iniciación—, los maestros de ceremonias, los tamboreros, entre otros.
En el interior del templo vodú se encuentran diferentes objetos rituales que integran los pequeños altares de los loas, así como figuras simbólicas que representan a estas deidades Por ejemplo, la serpiente de Damballah, el pez como emblema solar, la luna de Ercilí, los vévers dibujos simbólicos o signos sacros trazados en el suelo con harina, tiza o ceniza, que caracteriza a cada loa, entre los principales encontrados.
El espacio simbólico donde se efectúa la mayoría de las ceremonias es el conocido peristilo. Es el salón o cobertizo techado, sin paredes. En el centro de este lugar se coloca el poteau-mitan o poste central como le nombran los entrevistados, mediante este se puede reconocer la ruta que toman los loas para llegar al mundo humano. Alrededor del mismo se realizan, por las hounsis,  danzas, sacrificios, se saluda a los loas, se depositan objetos consagrados a una determinada deidad y tiene lugar la posesión del creyente.
El templo vodú constituye un patrimonio familiar y los poderes y conocimientos del sacerdote son transmitidos oralmente de generación a generación. El houngan es el único facultado para elegir un sucesor dentro del núcleo familiar. De ahí la perpetuidad de las creencias y prácticas voduísta enCamagüey y Cuba en sentido general.
Como las creencias en el Vodú se fundamentan en los poderes de las fuerzas existentes en la naturaleza, son en ellas donde vamos a encontrar los elementos religiosos que la conforman. De ahí el poder sobrenatural, por ejemplo, que adquiere la serpiente dentro del culto. Cuestión esta que en Cuba encuentra su  símil con los practicantes de la Regla Conga o Paleros. Así como también que las ofrendas, sacrificios, danzas e invocaciones religiosas se realicen en un lugar donde se esté en contacto directo con la naturaleza, realizándose los conjuros de mayor importancia en el monte.
Otro ejemplo en cuanto a aproximaciones entre voduístas cubanos y paleros se aprecia en el valor que se le da al muerto o espíritu dentro de la ceremonia ritual, el que necesita ser llamado por un nombre individual para que, según sus creencias, se reconozca y acuda “personalmente” a trabajar bajo las órdenes de su dueño o poseso.
Dentro de la práctica voduísta en Camagüey y en el resto de la isla se pueden citar múltiples ejemplos de similitudes entre esta expresión religiosa y otras de origen africano que se practica en el país. La equivalencia o cercanía se ha establecido sobre la base de aspectos externos. No existe una identificación plena entre las deidades de esta expresión religiosa y otras de origen africano que se practican en nuestro país, por ello se utilizó el término cercano al referirnos a su similitud.

En este sentido tenemos:
  • Ercilí o Erzulú: Representa la sensualidad, el erotismo, la maternidad,  el amor, se acerca a la representación simbólica de la Virgen María en el culto católico y con Yemayá y Oshún en la Santería Cubana.  A diferencia de éstas, viste de blanco, su colar favorito.
  • Legbá: Figura muy parecida a San Lázaro o Babalú-Ayé de la santería; cojea y lleva una  muleta, su ropa es raída y muy usada. Puede tomar picante y frotarse con él los ojos. Pertenece al grupo de loas de los caminos y las encrucijadas. Es el jefe de todos los santos, hay que darle comida antes que los demás. 
  • Ibo: A este loa no se le puede colocar la comida con otros santos, sino aparte, en una esquina de la casa, ya que es caprichoso y no le gusta la compañía de otras divinidades.  Más cercano a la figura de Santa Bárbara o al orisha Changó.
  • Marassá: Algunos también usan Masá. Pareja de genios protectores de los mellizos o gemelos. Ocupan un lugar especial en el panteón vodú, pues se dice que son más poderosos que los loas. Ellos son invocados y saludados al comienzo de una ceremonia; luego, en algunas zonas del país, la presiden. Se acerca a los Ibeyis, jimaguas de la Regla Ocha.
  • Ogún Ferraille: Dios guerrero, que cuando aparece, lo hace vestido marcialmente, con gallardía y en son de invulnerabilidad. Deidad belicosa, protector de las forjas y los ejércitos, personifica la fuerza. Su similar en la Regla Ocha es Changó; y como él, simboliza la fuerza primitiva y la energía terrestre, los minerales, los materiales ferrosos y los instrumentos de trabajo.
  • Criminel: Pertenence a la familia de los ogunes. Tiene predilección por los derramamientos de sangre y la violencia. Generalmente esgrime un machete con el cual realiza juegos espectaculares; su color simbólico es el rojo. Personalidad más cercana a Ogún. En algunos lugares se identifica con Changó.
  • Guedé: Forma el grupo de divinidades de la sexualidad y la muerte; pero a la vez forma parte de las deidades  del cementerio o enterradores. Por  ser los santos de la muerte se erigen, tal vez, como los loas más respetados  y fuertes de esta religión, por lo que otros temen o evitan su compañía.  Más cercano en los yorubas a Oyá.
  • Damballah: algunas veces se presenta como hombre y otras como mujer. Cuando lo hace como santo, afirman que es el rey de los ogunes o santos guerreros (Criminel o Togo). Su ofrenda es el chivo de pelambre amarilla o los colorados y vianda de todo tipo. Pueden pertenecer tanto a los radá como a los petró. En la santería se similariza con Changó.
  • Gran Búa: Se considera el dueño del monte y como tal se le debe pedir permiso para realizar cualquier acto. Su poder es excepcional, lo que no resuelve él, otros no lo pueden remediar. Se considera unos de los santos más fuertes. Presenta una gran analogía con el Osaín de la regla ocha.
Como se observa, sin llegar a ser idénticas las divinidades en el panteón vodú de las comunidades haitiano-cubanas cumplen funciones religiosas lo mismo que en el panteón yoruba. Aspectos que mantienen unidas las diferentes comunidades haitiano-cubanas de  Camagüey y el oriente del país.
Desarrollo sociocultural del haitiano
A pesar de lo azarosa que resultó la vida del haitiano en la isla durante la primera mitad de la pasada centuria, su forma de subsistencia y el apego a sus raíces, le permitió expresarse de manera diversa y socioculturalmente en el nuevo ámbito hasta nuestros días. Su arte culinario, música y danza poco a poco fueron enraizándose en la cultura cubana y, en este sentido, la mujer haitiana tuvo un rol preponderante.
Las mujeres haitianas representan el Poteau mitan del vodú: alrededor de ellas gira todo, son el eje central —económico y social— de la familia. Además, ellas siempre se han caracterizado por ser excelentes cocineras y ser muy creativas en el arte culinario. Según el testimonio de dos abuelas, las que no trabajaban de domésticas, tanto casadas como solteras, se ganaban la vida vendiendo comida a los hombres que trabajaban en el campo. Con los pregones que utilizaban, era difícil que alguien se resistiera a pasar por alto la deliciosa oferta: Si ou goute ti fey, ou mange bòbòt, biskouit Alicia se pou pi di pase rasin kajou  —“Si pruebas la hierbita o comes los dulces y galletas de Alicia, te pones más duro que la raíz de una caoba”—. Las que tenían varios comensales hacían gala de su maestría en el menú diario. A pesar de que la mayoría eran analfabetas, no se equivocaban en las cuentas.
La diversidad de platillos es rica y extensa: desde el plato tradicional, la sopa de calabaza, símbolo de la  independencia de Haití en el arte culinario, hasta las carnes con legumbres (berenjena, habichuela, chayote, col, acelga, etc.); congrí; arroz con frijol gandul o caballero; el daquey o dumplín (especie de bola, compuesta de harina de trigo, grasa, agua y sal, generalmente combinado con los potajes, sobre todo de frijoles negros o colorados); el tontom (especie de fufú de plátano macho, boniato y yuca, aderezado con carne salada o pescado); el kalalu (carne hervida y condimentada con quimbobó). Los dulces más codiciados son el de maní, ajonjolí (en tabletas o en forma de torta), los turrones de coco (rayado o lasqueado), el bòbòt (panetela de harina de trigo); pero también están el budín o flan de calabaza o maíz. Como alimento fundamental para el desayuno: el pan de maíz y café con leche. Entre las bebidas las más usuales son el like(bebida dulce preferida por las mujeres) y el ti fey (bebida fuerte a base de ron o aguardiente con raíces y yerbas añejadas en el propio líquido etílico).
Para orgullo y beneplácito de todos los haitianos y descendientes de Camagüey, el cuarenta por ciento de los platos que hoy conforman el catálogo de excelencia de la Asociación CulinariaCamagüeyana son de procedencia haitiana [8].
En el campo de la cultura física y el deporte la presencia haitiana es notable en nuestra provincia. Desde la República el haitiano y su descendencia se interesaron por la práctica deportiva, en especial el béisbol. La comunidad de Guanamaca logró tener un equipo, integrado por los haitianos Francisco Poll y Vicente López, y los descendientes Lázaro Luis Despaine, Guillermo y Rafael William Véliz, Luis González, Restituto Sánchez, Roberto Hernández, Forestal, Cándido Guerra, Alberto Madan, Orlando Poll, Lorenzo Alcides y Miguel Nevet, quienes se hacían llamar Los Tigres de Guanamaca (Nevet, p. 18).
El triunfo de la revolución cubana logró un crecimiento y desarrollo social también para este sector de población. La frase de Fidel “El deporte derecho del pueblo” hizo que muchas familias de origen haitiano ingresaran a la pirámide deportiva, llegaran al alto rendimiento y representaran nuestro país a nivel internacional, varios de ellos alcanzaron medallas olímpicas, mundiales, panamericanas y centrocaribeñas. Los camagüeyanos que más se destacan en este sentido son Adolfo Horta y Leonardo Martínez Fiss, boxeo; Luis Díaz, Filiberto Azcuy, Yagniel Hernández y Aliesky Gracia Luis, lucha grecoromana; Omar y Andrés Luis Martínez, Teófilo Pérez Constante,  béisbol; Mireya Luis, voleibol; Guillermo Martínez, atletismo; Ambrosio Farnot e Hilario Hipólito, esgrima, entre muchos más.
Dentro de las expresiones culturales, la música y las danzas haitianas son elementos muy acentuados en el desarrollo e identidad de la cultura camagüeyana. Entre ellas se encuentran la nonagenaria “Caidije” y “Bonito Patois”, que celebra su cincuenta y cinco aniversario. Estas dos agrupaciones músico-danzarias pertenecen al movimiento de artistas aficionados de la Casa de la Cultura Joaquín de Agüero del municipio cabecera; gozan de gran aceptación por el público agramontino y nos han representado dignamente en festivales nacionales e internacionales celebrados en la isla. Las otras agrupaciones que integran el movimiento aficionado del Centro Provincial de Casas de Cultura son “Les Cayes” (Okay), del municipio Santa Cruz del Sur y “La Clarita”, del Consejo Popular del mismo nombre en el municipio Vertientes.
Mientras tanto, con una formación profesional en la totalidad de sus integrantes, está la presencia del grupo vocal “Desandann”, que cuenta con más de dos décadas de existencia. Su alto nivel profesional le ha merecido importantes reconocimientos y premios tanto en el ámbito nacional como en el internacional. Además, ha participado en los festivales más importantes de música vocal que existen en el mundo, y es la única agrupación musical camagüeyana que ha sido nominada a un Grammy Latino. También con una carrera profesional  en ascenso transita el joven trovador Ebenecer (Beny) Samé Santiago, músico versátil, de admirables valores artísticos no solo en el ámbito de la música, profesor de canto de la Academia de Arte Bicentina de la Torre y ha participado en festivales nacionales musicales de la Asociación Hermanos Saiz (AHS). Su canción “De Haití a Cuba” forma parte de la banda sonora del documental “Reembarque”, de la reconocida realizadora Gloria Rolando. Por su parte, los proyectos infantiles músico-danzarios “Raíces del Kréyol” y la cantoría “Marta Jean-Claude dan continuidad al legado de sus progenitores “Bonito Patois” y “Desandann”, respectivamente, como formación y reafirmación de sus raíces ancestrales.
En menor cuantía que las manifestaciones anteriores, pero cuya presencia no desdeñable, existe una participación de descendientes de haitianos en el ámbito de la literatura y las artes plásticas. En el caso de la primera, dos libros han visto la luz en materia de publicación: Kote ou bouke má pote (Donde te canses te cargo, 2001) yGuanamaca y el vodú (2013), los dos de Miguel Nevet Resma por la Editorial Ácana deCamagüey. En ambos, mediante un lenguaje sencillo y ameno, el autor hace un recorrido sobre las huellas de las migraciones haitianas a lo largo de la historia, creencias, caracterización de las deidades, alguno de sus rezos, festividades, leyendas, anécdotas, tradiciones culinarias y artesanales, así como también las propiedades de uso religioso y/o de las plantas medicinales.
Mientras las artes plásticas, hasta el momento, solo cuenta con el trabajo de Ebenecer (Beny) Samé Santiago, quien lleva paralelamente este arte con la música. Por ejemplo, en Mi piel, su cuarta y última muestra personal como artista plástico, nos hace una  propuesta indagadora, tanto en lo individual como lo social sobre el proceso formativo y desarrollo de su compleja trama antropológica identitaria. Su ascendencia haitiana no es solo la intensidad de melanina que tiene su tez,  sino el orgullo y la plena conciencia racial y social de su identidad afrocaribeña. De ahí que se valga de la temática del retrato, en el que no solo aparecen bellos rostros negros, sino también miembros de su familia.
“Posiblemente Mi piel no escape a algún comentario crítico y reflexivo sobre los problemas raciales del hombre y la mujer —negros— de esta isla caribeña. Pero no hay espacio a la duda que la propuesta de Ebenezer (Beny) Semé Santiago es un canto de resistencia, donde la negritud es meramente una categoría estética, puramente bella, de una sublime conciencia étno-racial, de profundas raíces africanas que ha encontrado en el Caribe un espacio emancipador” [9].
Por otra parte, aunque no cuenta con un reconocimiento y apoyo institucional desde el punto de vista artístico, vale destacar la labor que siempre desarrollaron los haitianos en cuanto al trabajo artesanal. Su conocimiento y dominio en las confecciones (sombreros de yarey, cestas y bichet [10]) en fibras vegetales hace que estas personas sean consideradas verdaderos artesanos. 
Otra de las expresiones artísticas donde está la presencia de haitianos es en el audiovisual. Con Tomás Gutiérrez Alea (Titón) trabajó un buen grupo de descendientes de haitianos en la película Cumbite (1964), inspirada en la novela Gobernadores del Rocío, de Jacques Roumain. Entre los participantes se encontraban Lorenzo Luis Bancourt, como Manuel Jean Joseph en el papel principal; Julio Fernández Díaz, Chati, como elhoungan; Hilario Poll, hermano del protagonista; Porfirio Mora, Tibonbón el mago o rey del vodú; Antonio Luis Ilé, Gloria Marqueti y otros más.
Treinta y seis años después el destacado documentalista de Televisión CamagüeyGustavo Pérez, hace un cuestionamiento sobre las precariedades y necesidades de un grupo de pobladores con su obra Caidije, la extensa realidad (2000). Caidije, es una comunidad mayoritariamente de haitianos y descendientes, ubicada al norte de la provincia. La principal fuente de empleo es la agricultura y sus habitantes no cuentan con ella para el sustento familiar, además de otras necesidades básicas que dificultan la vida en esa localidad. Como forma de subsistencia se refugian en la música y bailes gagá, legado de sus ancestros como muestra de identidad hacia su cultura originaria.
Por su parte, Gloria Rolando en Reembarque (2014), examina un tema muy doloroso, aún invisibilizado por la historia de Cuba y casi olvidado por los haitianos que lo sufrieron y viven en Haití: la repatriación. El año 1937 del siglo pasado fue aciago para muchos haitianos que vivían en la Isla; una vez que los explotaron y les exprimieron su espíritu de sacrifico y trabajo, los despojaron de los poquísimos bienes que pudieron adquirir y los repatriaron forzosamente hacia su lugar de origen. Como un gran testimonio, el documental refleja la gran presencia de Haití en el suelo cubano, todo apoyado de un impecable trabajo de fotografía de Oscar M. Valdés y una exquisita banda sonora de Lucía Huergo y las agrupaciones músico-danzarias Caidije, Bonito Patois, Desandann y el trovador Ebenecer (Beny) Semé Santiago, todos de la provincia Camagüey.
La naturaleza de este documental Gloria Rolando la sintetiza de la manera siguiente:
“Este es un documental lleno de recuerdos, de nostalgias y de historia de Cuba, esa historia que nuestros niños y adolescentes deben conocer porque está en el alma de la nación, pero muchas veces se hace una versión muy occidental del alma de la nación y se olvidan todos los ingredientes que la componen. Este documental pretende ser una contribución, mucho queda por decir, mucho queda por investigar”. [11]
Y más adelante concluye:
“Si bien dije que el documental está lleno de recuerdos y de nostalgias, también está lleno de alegrías y la certeza de que un haitiano en Cuba, es cubano, como lo expresara al final del documental ese hombre centenario que es Rigilio. Sus cien años cumplidos, su baile al compás del gagá de Caidije es la reafirmación de que esta herencia haitiana llegó para quedarse. ¡Todos tenemos que reconocerla y estar orgullosos de ella!” [12]
Según Nevet, se considera que en Cuba quedó más del noventa por ciento de los inmigrantes haitianos, quienes dejaron una considerable cantidad de descendencia. En la actualidad, se refuerza el rescate sociocultural de este sector poblacional con el respaldo estatal; es raro no encontrar en las altas esferas políticas, económicas, cultura, deporte, ciencia, defensa, etc. un descendiente de haitiano. Por su parte, la comunidad de haitianos y descendientes, no solo de la provincia sino también de todo el país, está realizando un trabajo serio al poner al servicio de la sociedad su cultura, elemento que durante más de una centuria han guardado como un tesoro entre los inmigrantes que se quedaron, algunos porque no les quedó otro remedio que anclarse en esta isla, unos por necesidad, otros motivados por el amor, pero todos cautivados por el encanto de esta, su segunda patria caribeña.

Notas
1.   La autora es especialista de la Casa de la Diversidad Camagüeyana.
2.   Esta es una versión del texto compartido en las sesiones del Coloquio Internacional La Diversidad Cultural del Caribe celebrado en Casa de las Américas, del 18 al 22 de mayo de 2015.  

Bibliografía 
1.   Asociación Bannzil Kréyol Kiba (2003, Folleto impreso).
2.   Chávez Días, Emilia, (Comunicación personal, 1º de marzo de 2014).
3.   d’ Ans, André-Marcel. (2011). Haití, paisaje y sociedad. Santiago de CubaEditorial Oriente.
4.   del Toro, Carlos. (1976). Algunos aspectos económicos del  movimiento obrero cubano 1933-1958 en La República neocolonialLa Habana, Cuba. Editorial Ciencias Sociales, t.1, p.248.
5.   Guanche, Jesús y Moreno, Dennis. (1988). Caidije. Santiago de CubaEditorial Oriente.
6.   Nevet Resma,  Miguel. (2001). Kote ou bouke má pote. Camagüey. Editorial Ácana. 
7.   Nevet Resma,  Miguel. (2013). Guanamaca y el vodúCamagüey. Editorial Ácana. 
8.   Pichardo, H. (1973,). Documentos para la historia de Cuba. (Tomos. 1-3). La Habana, Cuba. EditorialCiencias Sociales.
9.   James Figuerola, Joel. (2003). Vodú. Casa de las Américas, 233, 127-130.
10.               Millet, José y Alarcón, Alexis. (1988). Una ceremonia del culto Rada: el loa blanche. Del Caribe, 11, 77-87.
11.               Pilliner López, Yoelxy. (2014). Mi piel. Palabras al catálogo, exposición personal de Ebenezer Samé Santiago. Casa de la Diversidad Cultural Camagüeyana.
12.               Rolando Casamayor, Gloria (Comunicación personal, 10 de septiembre de 2014).
13.               Rolando Casamayor, Gloria. (2014). Reembarque. Documental audiovisual, La Habana, ICAIC.
14.               Teófilo, Presidente de la Asociación Culinaria de Camagüey (Comunicación personal, 20 de noviembre de 2013).